Patricia De Haro, alumna de 3ºB gana el VII Certamen de Narrativa que el IES Padre Poveda convoca cada año para celebrar la Feria del Libro.Enhorabuena y muchísimas felicidades. Os dejo su cuento para que podáis leerlo.
LA ERA DE LOS ALEJANDRÍAS
La tenue luz del
amanecer comienza a colarse por las rendijas de la persiana, y el suave cantar
de los gorriones hace que me despierte. Miro el reloj que hay encima de mi
cómoda, y veo que aún quedan un par de minutos antes de que mi hermano entre a
despertarme con su amplia sonrisa y su buen humor. Aprovecho esos minutos para
mirar al techo e imaginarme viviendo en un lugar diferente, en unas condiciones
diferentes, en un mundo diferente. Una lástima que tan sólo sea una fantasía
que nunca vaya poder cumplir. De repente, oigo el chasquido característico de
la cerradura de la puerta vieja de mi habitación y me hago la dormida. Mi
hermano se abalanza sobre mí y empieza a hacerme cosquillas y a reírse a
carcajadas. Por muy difícil que sea nuestra situación, cuando estoy con él se
me olvida todo por lo que tenemos que pasar día a día y, por un efímero pero
agradable espacio de tiempo, llego a creer que estamos viviendo realmente en
ese mundo por el que mi imaginación suele vagar.
-¡Vamos, Aledis,
despierta! ¡Hoy tengo el presentimiento de que va a ocurrir algo que cambiará
nuestra vida para siempre!
-No seas ingenuo, Nil.
Siempre dices lo mismo y nunca pasa nada. ¿No crees que es buen momento para
dejar de auto engañarnos y aceptar que el Régimen de nuestro país siempre va a
desfavorecer a los inmigrantes como nosotros?
-Venga ya, no seas tan
negativa bichito, esta vez pasará. Y si no sucede hoy, sucederá mañana, pero
algo cambiará. Confía en mí.
No puedo evitar
sonreír. A pesar de ser mayor que yo, tiene esa vitalidad implícita siempre
presente. Es despierto, cariñoso y atento a
todo lo que le rodea; totalmente diferente a mí. Me dirijo al pequeño cuarto de
baño y me miro en el espejo. No puedo evitar fijarme en que mis ojos están
adoptando un tono violáceo, casi púrpura. Cuando nací tenía los ojos de un azul
frío y profundo, pero a medida que fui creciendo fueron oscureciendo, hasta que
esta mañana han cambiado completamente de color. Decido restarle importancia;
``será el reflejo de la luz´´- pienso, y empiezo a prepararme. Me recojo la
larga melena color azabache en una coleta y me visto con el uniforme del
instituto. En cuanto voy a la cocina a por la mochila, mi hermano me mira con
una expresión compungida.
-Lo
siento, Aledis. Esta mañana tampoco he podido traer nada para desayunar… el
salario que gano en las minas no es suficiente. De verdad, yo…
-No te
preocupes, Nil. Puedo sobrevivir perfectamente sin desayunar una mañana. Nos
vemos luego, ¿vale?
En ese
momento, frunce el ceño y se acerca poco a poco fijándose en mis ojos. Antes de
que pueda preguntar, me despido rápidamente con un beso en la mejilla.
Salgo
rumbo al instituto y no puedo evitar fijarme en cómo las calles de nuestro
Sector están atestadas de guardias armados hasta las cejas. Sus miradas se posan
en mí, me intimidan y un sudor frío recorre mi espalda: saben que provengo de
familia sudamericana. Mis rasgos y mi tono de piel distan mucho de parecerse a
la raza aria que ahora habita en todo el Norte del continente americano. Al
menos, mi hermano y yo conseguimos unas cédulas falsas antes de acabar en el
mismo destino de nuestros padres: repatriados. Es irónico consolarme con que no
volveré a ver a las personas que me dieron la vida, pero, a pesar de que suene
egoísta, quiero seguir viva.
Después
de varias horas de clase (o, como a Nil y a mí nos gusta llamarlas,
adoctrinamiento de cerebros a favor del Régimen) vuelvo a casa. Mi hermano esta
vez no tiene esa chispa en su mirada. Algo sucede.
-¿Nil?
¿Estás bien?
-Eh…
esto… ¡sí, claro! Me has pillado absorto en mis pensamientos. He conseguido
algo de sopa, aun que esta fría. Al menos asentará el estómago, ¿no?
-Claro.-
le sonrío haciéndole creer que me he tragado su excusa, pero a pesar de no
haberlo hecho, decido no indagar más en el asunto.
Para
romper el silencio que nos rodea, enciendo la radio vieja que encontré en la
calle. Al principio, me resulta complicado localizar una emisora estable, pero
cuando lo consigo, tampoco ponen nada que me alegre escuchar.
-Otra
vez más noticias sobre el Gobierno. ¡Parece que no se cansan de soltar mentiras
nunca!
-¡Espera,
calla!- me espeta Nil.- Súbele el volumen, Aledis, esto parece importante.
Hago
caso a lo que me pide, y empezamos a escuchar con atención:
``COMUNICADO
A TODOS LOS CIUDADANOS DEL SECTOR 3: Se ha detectado recientemente una epidemia
extraña, totalmente desconocida. Está afectado a jóvenes de entre 15 y 19 años.
El principal síntoma característico es el cambio en el color de los ojos, que
empiezan a volverse violetas. Rogamos a todos los infectados que acudan
urgentemente a la Sede Central en el Sector 1 por voluntad propia. De lo
contrario, una patrulla pasará revisando vivienda por vivienda, debido al alto
riesgo de contagio. Les agradecemos su colaboración.´´
En ese
preciso instante, miro a mi hermano, que está completamente pálido. Corre
despavorido hacia mi habitación y veo como empieza a empaquetar mis cosas y a
poner mi ropa hecho un auténtico caos.
-¡Nil!
¿Se puede saber qué mosca te ha picado? ¿Qué narices haces empaquetando mis
cosas? ¡Para, esto no tiene ningún sentido!
Se
acerca lentamente a mí con un gesto de preocupación. Empiezo a asustarme. Deja
la mochila en el suelo y me coge las manos. Están frías y tiembla como nunca antes
lo había hecho.
-Escúchame
atentamente, Aledis. Esto es serio. Seré breve,
no tenemos mucho tiempo. Esto no es una epidemia, esto es diferente. Lo
llaman síndrome de Alejandría, y es una condición genética muy extraña que se
da en muy pocas personas. Mamá lo tenía, pero nuestros padres no sabían si en
alguno de los dos llegaría a manifestarse alguna vez. Esta extraña condición
hace que el ADN de las personas se perfeccione hasta tal punto en el que llegan
a ser seres completamente idealizados: son personas bellas, ágiles, astutas,
valientes y rebeldes, tal como tú eres. De hecho, llegan a vivir mucho más de
lo que una persona con un ADN normal podría hacerlo, alcanzando los 150 años de
vida o incluso más. No sé para qué quiere juntar el Gobierno a la gente con el
síndrome, pero tengo la certeza de que es una trampa. Tienes que huir, Aledis,
y tienes que hacerlo ahora.
De
pronto, unos golpes muy estridentes suenan en toda la casa.
-¡ABRAN
A LAS AUTORIDADES O DERRIBAREMOS LA PUERTA!
-Es
ahora o nunca.- me dice mi hermano.
Me
despido de él con un corto abrazo y salgo por la puerta trasera. Echo a correr
como nunca antes lo había hecho. A mis espaldas, oigo las voces de los guardias diciendo que me
detenga, pero yo sigo corriendo. El aire me da de pleno en la cara y se me
alborota el pelo, pero eso no importa. Noto como mi respiración se entrecorta y
las piernas se me entumecen, pero aun así no paro. A pesar de esto, oigo los
pasos de los guardias cada vez más cerca. No puedo rendirme, ahora no. Giro a
la izquierda en un callejón, y corro hasta el final de este. Por desgracia, es
un callejón sin salida. Me giro y veo a un guardia alto y corpulento postrado
en frente mía. Me asesta un golpe en la sien con la culata de su pistola y,
después, sólo hay oscuridad y silencio.
Empiezo
a notar un dolor punzante en toda la cabeza, parece que me va a estallar cual
bomba de relojería en cualquier momento. Me rozo delicadamente y veo que estoy
sangrando. Me encuentro totalmente desubicada. No sé donde estoy, ni que ha
pasado, ni hacia donde me dirijo. Empiezo a recordar imágenes esporádicas, y
poco a poco comienzo a atar cabos. Aun aturdida, me incorporo y observo a mí
alrededor. Estoy en la parte trasera de lo que parece ser un camión militar, y
el fusil del guardia que me golpeó en la cabeza ahora apunta directamente en mi
dirección.
-Estate
quieta si no quieres llevarte un balazo.
-¿Hacia
dónde me lleváis? ¿Qué pretendéis hacer conmigo? ¿Y mi hermano?
-Demasiadas
preguntas, belleza. Por ahora solo debes saber que estamos de camino hacia la
Sede Central. No puedo decirte más; el resto de cosas son irrelevantes.
Opto
por hacer lo más sensato: mantener la calma. A pesar de que la verdadera Aledis
se habría lanzado directamente hacia él, decido actuar con cautela. Empiezo a
pensar en Nil, y no puedo evitar rememorar lo que me dijo esta mañana. Recuerdo
su rostro, tan impecable y sonriente como de costumbre, diciéndome que hoy
pasaría algo que cambiaría nuestras vidas para siempre. ``Parece ser que no te
equivocabas, Nil. Maldita sea, ¿por qué siempre tienes que llevar la razón en
todo?´´. La idea de que no volveré a verlo nunca más se materializa en mis
pensamientos. Se me rompe el corazón en mil pedazos, le necesito como nunca he necesitado a nadie.
Nunca me he permitido el lujo de llorar, he preferido mantener la coraza de
chica fuerte, pero ahora necesito hacerlo para desahogarme. Es una sensación
extraña, pero reconfortante. Quizá tenga que hacerlo más a menudo.
Pasan
las horas, y una vez que ha anochecido llegamos a la Sede Central. Antes de
bajar del camión, el guarda me pone unos grilletes en las muñecas y en los
tobillos y, mientras me dirige hacia recepción, me susurra:
-Una
pena que una chica tan guapa como tú tenga como destino un final como este, ¿no
crees, belleza?
Una
oleada de repugnancia me recorre de arriba abajo, pero me recuerdo que debo
mantener la calma. ``Ahora no es momento, Aledis. Contrólate´´. El guardia debe
de haberse percatado de la expresión de asco que ha emanado en mí, por que
empieza a reírse discretamente.
Acto
seguido, me conduce a una sala muy amplia y luminosa de paredes blancas, en la
que sólo hay una camilla y una mesa de operaciones plagada de instrumentos
quirúrgicos en el centro. Me obliga a tumbarme en la camilla.
-Espera
hasta que llegue la enfermera. No intentes huir, la puerta y las paredes están
blindadas; no tienes escapatoria.
En
cuanto el guardia sale por la puerta, me pongo en pie de un salto. Era de
esperar que no siguiese sus indicaciones. Mi atención es captada por un
documento que hay encima de la mesa de operaciones. ``EXPEDIENTE Nº 5692´´.
Siempre he sido una persona muy curiosa así que, ya que no tengo nada que
perder, lo abro y lo leo detenidamente. En él aparece mi grupo sanguíneo, mi
huella dactilar, mi historial médico… Me parece muy extraño que el Gobierno
posea toda esta información sobre mí, cuando nunca he usado ninguno de los
servicios públicos que ofrece exceptuando el instituto. ¿Cuánto tiempo llevan
siguiéndome la pista? ¿Qué es lo que tengo que tanto les llama la atención? De
pronto, una mujer entra a la habitación. Doy un respingo sobresaltado
-Tranquila.
No voy a hacerte daño. Mi nombre es Calíope. Necesito hacerte un reconocimiento
en líneas generales para asegurarme de que tus constantes vitales están en
buenas condiciones, así que por favor no te muevas.
Me
extrae un poco de sangre gracias a una incisión en el dedo índice. Acto
seguido, me hace un par de pruebas varias, y después me envía con el guarda de
nuevo. Me lleva a un calabozo oscuro, totalmente aislado. Me dejo caer en la
pared, exhausta. Ha sido un día largo lleno de emociones, ¿Quién sabe si el
último?
Cuando
estoy a punto de dormirme, una voz grave y tensa me despierta.
-Eres
nueva, por lo que parece.
-¿Quién
eres?
-Oh,
vaya, se me ha olvidado presentarme, que maleducado. Mi nombre es Kilian, y, al
igual que tú, también tengo el síndrome de Alejandría. Vengo del Sector 7. Tú y
yo somos los únicos que poseemos el síndrome. Supongo que querrás información,
¿no?
-Si
estás dispuesto a ofrecérmela, no te la rechazaré.
-Me lo
suponía. Bien: te doy la bienvenida a tu nueva vida como rata de laboratorio.
Aquí te harán todo tipo de pruebas hasta que tengan lo que buscan: tu ADN.
Podrán extraértelo de mil maneras y, una vez que lo hayan hecho, te matarán.
¿No suena genial? Yo, en tu lugar, estaría tremendamente emocionada.
No sé
por qué, pero el tono burlesco e irónico con el que habla me hace querer
escucharlo mucho más.
-Casi
no puedo sostenerme en pie de la emoción. Y, ¿para qué dices que quieren
nuestro ADN?
-¿No
es elemental, querida…?
-Aledis,
me llamo Aledis.
-¿No
es elemental, querida Aledis? Quieren crear una raza con una información
genética perfecta para controlarlo todo. Pero tú y yo no se lo vamos a
permitir, ¿cierto?
El
tono de perspicacia con el que se dirige a mi me hace desconfiar un poco, pero,
como bien dicen, el ser humano en las situaciones de peligro, hace todo lo
posible por sobrevivir. Y yo no voy a ser menos.
-¿Tienes
algún plan?- le pregunto, con un tono dudoso.
-Llevo
ideando un plan para escapar desde el primer día que entré en la Sede, pero me
hacía falta un compañero. Bueno, en este caso compañera.
Me
guiña un ojo y empieza a explicarme el plan detenidamente. Cuando finaliza, me
siento con más fuerza que nunca. No sé si es el carisma de Kilian o las ansias
por saber de Nil, pero no permitiré que el Gobierno nos arrebate lo único que
es nuestro: la vida.
A la
mañana siguiente, Calíope aparece en nuestra celda. Estoy completamente
atónita. ¿Por qué iba a ayudarnos a Kilian y a mí a escapar de la Sede? La supuesta enfermera me guiña un ojo y veo
como el tono café de sus ojos ha sido sustituido por un tono violeta muy
parecido al de Kilian. ‘’Lentillas. ¿Así es como has ocultado el Síndrome, eh?
Muy lista, Calíope’’- pienso. Nos da 2 chalecos antibalas y 2 rifles cargados
hasta la recámara. Nos presta tarjetas de identificación para así desactivar
los controles, y corremos despavoridos planta abajo. Por desgracia, el único
guardia que se da cuenta de nuestra huida es el mismo guardia que me asestó el
golpe en la cabeza. Empieza a correr tras nosotros mientras grita a Calíope.
-¡Traidora!
¡Impostora! ¡No debiste traicionar al Régimen! ¡Pagarás por ello!
Cada
vez la salida está más cerca a nosotros, y cuando veo que es una buena
oportunidad, me paro en seco. Kilian y Calíope siguen corriendo, pero yo tengo
una deuda pendiente. Empiezo a pensar en que si el guarda no nos ha disparado
antes, es porque está desarmado. Si hubiese tenido oportunidad de hacerlo, lo
habría hecho, ya que es agresivo e impulsivo así que, aprovechando que no puede
hacer nada para tomar represalias contra mí, le pego un tiro en la pierna
izquierda para desestabilizarle. Cae al suelo, agonizando de dolor y, después
de propinarle un golpe con la culata del revólver al igual que él hizo, le
digo:
-Yo no
soy ninguna ‘’belleza’’. Aprende a medir tus palabras.
Acto
seguido, corro con Kilian y Calíope hacia un coche que hay en la puerta de la
Sede, conducido por Nil. Una oleada de felicidad y entusiasmo me recorre el
cuerpo. Me da un abrazo tan grande que me desestructura todos los huesos de mi
cuerpo, pero eso no importa. Lo necesitaba.
-Eh,
vosotros dos, dejad eso para luego. Tenemos algo más importante con lo que
lidiar ahora mismo- dice Calíope.
La
enfermera (¿o debería llamarla infiltrada?) está en lo cierto, así que partimos
sin rumbo, esperando ver que nos deparará la vida.
Quizá
este sea el comienzo de ese nuevo mundo con el que he soñado siempre. Quizá
este sea el principio de algo nuevo.
No lo
sé, no quiero saberlo. Quiero vivir y quiero vengar todas las atrocidades que
está cometiendo el Régimen.
Empieza
una nueva era.
La era
de los Alejandrías.