lunes, 20 de mayo de 2013

QUIZÁ MAMÁ SIGA AQUÍ-RELATO PARTICIPANTE EN EL III CERTAMEN DE NARRATIVA IES PADRE POVEDA. 2º CICLO. AUTORA: SANDRA MARTÍNEZ


QUIZÁS MAMÁ SIGA AQUÍ

El tiempo pasa, y suele decirse que este marca tus días. Recuerdo que fue un 17 de febrero, cuando las cosas cambiaron, aunque sin saber muy bien el porqué. Cuando lo pienso fríamente me doy cuenta de que todo empezó mucho antes de lo que creía.
Me miré fijamente al espejo la noche de antes. Observaba con detenimiento como mi pelo mojado unido en finos mechones se deslizaba por mi espalda, la cual solo estaba cubierta por unas simples gotas de agua. Y aunque resulte extraño, ese día el espejo estaba diferente, parecía más serio de lo normal, como si quisiera decir algo a gritos. Cada cosa que me rozaba estaba mucho más fría, lo notaba en mí. En ese instante un escalofrío se apoderó de mí y durante unos instantes me hizo temblar por dentro, como si no quisiese salir, por miedo a lo que podría suceder. Quizás solo fuese un simple presentimiento, por ello traté de ocultarlo, de destruirlo con la mayor y más bella sonrisa, no quería darme cuenta de que el destino está escrito y que a veces las cosas no se pueden cambiar
Era una noche extraña, pues la Luna se ocultaba bajo las estrellas y las nubes parecían querer desaparecer. Pocas eran las estrellas que se divisaban en la oscuridad, pues hasta ellas parecían estar avisadas de lo que más tarde sucedería. Por los cristales discurría tristemente cada gota por llegar al final de su camino y el pequeño David correteaba por el pasillo. Parecía que la única que lo sentía era yo. Intenté leer un libro, pero mis pensamientos no me dejaban escuchar la voz que iba contando todo aquello que sucedía entre las letras. Yo misma era cociente de que solo una persona podía tranquilizarme, y en ese instante entró por la puerta con una taza de leche y desprendiendo todo lo que le rodeaba en el aire. Ni siquiera sé como lo hacía. Ella solo llegaba me daba un beso en la frente y hacía que se solucionasen los problemas como por arte de magia.
Pero al día siguiente las cosas cambiaron. Me desperté un poco aturdida pero nuevamente intenté esconder todo aquello que sentía. Estaba con David desayunando y sujetaba una pequeña taza de café con la mano, el cual desprendía u aroma que podía sentirse desde fuera. No era un presentimiento, era una realidad, como algo que no se puede explicar, solo se siente y al final se sabe.
 Mamá entró, cogió un pequeño trozo de bizcocho, le hizo un amable gesto a David en la nariz al que este respondió con una sonora sonrisa. Se volvió hacia mí, y al cogerme la mano me dio un beso en la mejilla dejando su carmín rojo al borde de mi rostro, y antes de cerrar la puerta dijo que nos veríamos por la tarde, despidiéndose, quizás para siempre, con la mejor de sus miradas. Pero antes de salir le dio un efímero beso a papá acompañado de una dulce sonrisa, la cual era la marca más bonita de su identidad. Al instante mamá salió de casa, impregnando el pasillo con su perfume, el cual nunca cambiaba y aquel que permanece ahí día tras día, como si no quisiera marcharse jamás.
Y así fue como a partir de entonces las cosas cambiaron y ya nunca más volvieron a ser lo que eran. Papá entró en casa, con sus intensas pupilas azules encharcadas. Intentó decir algo, pero las palabras no querían salir de sus labios de esa manera. Se acercó a nosotros, me agarró fuertemente y sujetó a David de la mano. En ese momento solo nos abrazó, para demostraba que nos necesitábamos más que nunca. No hizo falta que dijera, pues a veces las cosas están en el aire. No hace falta que nadie lo diga porque simplemente se saben, pero aunque sea duro, hay que aceptar las cosas…o por lo menos eso intentábamos.
La echamos demasiado de menos por todo lo que sido y por todo aquello que seguirá siendo, aunque muchos no lo entiendan. Alguna gente intenta engañarse, ocultarse a sí mismo todo aquello a lo que tiene temor de enfrentarse. Supongo que eso es lo que hacía papá. Cada noche lloraba cuando nadie le veía y aunque jamás nos dijera nada yo sabía que así. Cuando David entraba en su habitación se secaba rápidamente las lágrimas que discurrían por sus mejillas. Trataba de ocultarnos todo aquello que sentía, pero era como un buen secreto que se escondía a gritos. Solía abrazarle cuando menos lo esperaba, pues a veces esto es todo lo que necesitamos, un abrazo de la persona adecuada.
Intentábamos llevarlo lo mejor que podíamos, pero en realidad cada uno estaba algo diferente. David pensaba muy a menudo e ella y cada noche cuando más la echaba de menos me preguntaba que porqué se había ido y que hacia donde podía mirar para encontrarla; entonces le cogía su pequeña y blanquita mano para llevarlo hasta la cristalera de la buhardilla y mirando hacia el cielo de la noche le decía que buscase la estrella más brillante de todo el firmamento, esa era ella, y estaba allí para protegernos día a día.
 David crecía poco a poco y casi sin darnos cuenta se hacía mayor. Me preguntaba muchas cosas sobre mamá supongo que le hubiera gustado pasar más tiempo con ella, aunque en realidad a todos.
 Suelen decir que las cosas suceden por algo, pero esta vez no lo entendía. Nada ni nadie son para siempre, pero intentamos que se alarguen lo máximo posible. Y es que hay personas que deberían durar para siempre, porque sin ellas las cosas son distintas. Las sonrisas no se disfrutan igual, ni los mejores momentos tampoco y lo peor de todo es que pierdes a una de las pocas personas que estará contigo para siempre. Es como si una parte de ti te faltara, como si demasiados momentos por vivir se esfumaran, como si echaras de menos algo que ni siquiera has sentido pero que debería estar ahí.
Y yo…yo en todo este tiempo seguía sin querer asumir que se había ido, que ahora ya no estaba.
Seguía teniendo cada mañana la misma sensación que cuando ella me daba los buenos días. Cuando algo me sucedía, hablaba con ella  y aunque nadie me respondía yo sabía que escuchaba. Y lo que más me consolaba era escribir. Escribía cada vez que lo necesitaba, y aunque cueste creer era la única manera de retener mis lágrimas. Escribía porque me hacía sentir bien y porque era la única manera de decir todo aquello que sentía, aunque todo ello no llegara jamás a los ojos de nadie, excepto a los de ella.
Esto era lo que más le gustaba a mamá de mí, que tenía la suerte, quizás, de poder plasmar ante los demás todo aquello que estaba dentro de mí y de descubrirme simplemente con ello.
Podía escribir de aquello que se antojase cada noche antes de dormir…el como recuerdo cuando sonreía  y que eso era lo único que me aliviaba, en como pienso todos los días en ella. Lloraba cada noche antes de quedarme dormida, pero jamás conseguí soñar con ella. Y aunque para todos los días pasaban ella parecía estar allí Su perfume permanecía cada mañana en la entrada y el sol aparecía cada domingo tal y como a ella le gustaba, todo parecía recordar a ella. Incluso hasta la brisa cada mañana solía extrañar su rostro.
Era especial, y no es porque fuera mi madre. Era dulce con todo aquello que le rodeaba  y cuando algo le sucedía sus ojos dejaban de brillar y tras su sonrisa se escondían miles de pensamientos, pero jamás dejaba que escapasen, pues hacía como si nada le sucediera cuando alguien le rodeaba.
 Quizás sea una de las cosas que envidiaba a ella, la capacidad de evadirse de los lugares, de hacer que todo fuese efímero dejando una marca con su paso.
Y después de todo lo sucedido y de todo lo escrito, me di cuenta de que esto no era no que hubiera querido mamá, porque ella disfrutaba y sonreía por todo aquello con lo que disfrutaba, al igual que yo cuando escribía. Por todo ello cada vez que algo salía de mí se lo relataba, con una voz que a veces ni siquiera se escuchaba.
Puede que fuera una tontería, una sensación sin más y aunque papá, David y yo estábamos más unidos, seguía sintiendo que ella estaba allí, y es que quizás jamás se hubiera ido y tal como decía David seguía entre nosotros.
Todavía recuerda a la estrella más brillante de todo el firmamento y dice que nos protege, y supongo que a lo mejor no estaba tan equivocado; porque mamá parecía sonreír con nosotros al igual que dormía acurrucada junto a mí cada vez que se lo pedía.
Mamá jamás se había ido, porque cuando solía escribir algo ella estaba junto a mí y disfrutaba una vez más como lo hacía antes. Supongo que seguía aquí, que disfrutaba cada vez que sonreíamos de nuevo y que nos besaba a cada unos en la frente para darnos las buenas noches. Y es que aunque todo esto haya sucedido, las cosas buenas no deberían cambiar nunca y esto era lo que intentábamos todos. Y quizás fue por ello que os dimos cuenta de que aunque mamá se había ido, siempre estaría entre nosotros y que era mejor recordadla con una sonrisa.

Sandra Martínez. 3ºC




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