martes, 20 de mayo de 2014

IV CERTAMEN DE NARRATIVA. IES PADRE POVEDA. CURSO 2013-2014

De tema libre, los chicos tenían que escribir un relato imaginativo con el objetivo de fomentar su interés por la lectura y la creatividad ,desde el punto de vista de la escritura. Los ganadores han sido:

PABLO LÓPEZ. 1ºC-REPRESENTANTE DEL PRIMER CICLO. CATEGORÍA A.


EL SEÑOR FORSTERR.


El señor John Forsterr es un prestigioso detective británico, nacido en Manchester. Es muy conocido porque para resolver crímenes utiliza métodos poco ortodoxos: primero, dice quién es el culpable, y después busca las pruebas para demostrarlo. Muy a menudo, este personaje aparece en la prensa. Este es el artículo más destacado de la semana pasada:
                                                                                                                                    15/10/1903

“No hay caso que se le resista al señor John Forsterr. La semana pasada, Mathieu Kennedy, uno de los personajes más importantes de la sociedad inglesa, apareció muerto en la puerta de su casa. Se sospechaba que alguien le estaba esperando. La víctima presentaba una contusión en la cabeza. Llamaron a Forsterr quien no tardó en acusar a Stuart Wilson, un vecino del asesinado, al que un anónimo afirmó haber visto en la puerta de su casa a las doce menos cuarto, veinte minutos antes del crimen, de donde no se movió hasta las doce en punto, y fue en dirección a la casa del fallecido.
El primer día, Forsterr interrogó a todos los vecinos de Kennedy. La mayoría afirmaba que a esa hora ya estaba acostada. Otros decían que acababan de venir de sus trabajos. El vecino al que antes mencionamos le contó a Forsterr que estuvo vigilando a Wilson, y que tras haberse marchado el susodicho, leyó un rato hasta dormirse. El único que quedaba por interrogar era el sospechoso, que afirmó que por lo que estaba parado en la calle era porque estaba esperando a unos compañeros con los que le tocaba hacer el turno de noche en su empleo. Forsterr le preguntó que cuál era su oficio, y Wilson le respondió que era albañil. Tenía que acabar en dos días un edificio y por eso tenía que trabajar de noche.
Terminado el interrogatorio, el detective buscó pruebas en la escena del crimen, y encontró un maletín que tenía una esquina desgastada, y dedujo que esa era el arma con la que se golpeó la cabeza del fallecido. –A partir de ese momento me entraron dudas, dijo Forsterr, porque en el maletín había muchísimos pasaportes que no eran del sopechoso, y una agenda que tenía apuntadas varias tareas, entre las que destacaba <<matar a Mathieu Kennedy>>. Entonces me di cuenta de que Stuart Wilson mentía sobre su identidad: descubrí que su verdadera identidad era Marco Bonatelli, un famoso delincuente italiano, perseguido en treinta países, entre los que se incluye éste, que secuestró al verdadero Stuart Wilson y se hizo pasar por él para no ser perseguido por la policía. A este individuo se le da muy bien disfrazarse. Llamé a Scotland Yard y me contaron que en varias ocasiones Mathieu les llamó diciendo que Bonatelli se encontraba en Londres. Entonces, lo vi todo claro: Bonatelli fue descubierto por Mathieu, y para no ser arrestado, decidió matarlo. Sin embargo, también descubrí que el maletín no era el arma que usó el italiano: descubrí que bajo un arbusto, estaban los restos de un bote de veneno. Por tanto, supuse que lo del maletín fue un descuido de Bonatelli, que a lo mejor tuvo que huir precipitadamente del lugar por ser descubierto por algún ciudadano. Conociendo toda esta información, me presenté otra vez en la oficina de Scotland Yard, donde se lo conté todo al jefe de policía. Le tendimos al delincuente una emboscada de la que no pudo escapar. Antes de marcharse con la policía esposado, me lanzó una mirada fría y amenazante que yo interpreté como <<esto no acaba aquí>>. Este ha sido uno de mis casos más importantes, ya que he conseguido que un criminal de fama mundial, me atrevería a decir, esté en prisión. En cuanto al verdadero Stuart Wilson, lo encontramos maniatado en la bodega de su casa-.
                                                                      
Forsterr no tuvo caso durante todo el mes; sin embargo,  el 17 de noviembre, este artículo cubrió la portada de todos los periódicos británicos:
Ni un mes en la cárcel: Marco Bonatelli, un delincuente italiano que ingresó en prisión el mes pasado, no ha necesitado más de treinta días para escaparse de prisión. La última vez que se le vio en el centro penitenciario fue el pasado jueves 14 de noviembre a las once de la noche. Al día siguiente, su celda estaba vacía e intacta. Los carceleros no daban crédito de lo ocurrido. –Me parece increíble que se haya escapado, y más aún sin  haber dejado ningún rastro, testifica el jefe de prisión-.
                                                                                                 
Ese mismo día, el señor Forsterr recibió una carta sin remitente y sin sello, por lo que supuso que el autor de la carta la echó él mismo al buzón del detective. La abrió, y en mitad de la hoja ponía, en mayúscula y escrito a máquina:
“Nº 24, DOWNTON STREET, 23.00”
Al parecer, alguien quería ver al detective a las once en Downton Street, una calle poco transitada (por no decir desolada).

Eran las once menos diez de la noche. Estaba nublado y no se veían las estrellas. Sonaban truenos no muy lejos, lo que sugería que iba a llover. El nº 24 de Downton Street era una vieja casa en ruinas. La madera de la puerta se había podrido. El interior de la estancia era penoso: las cortinas estaban roídas, había telarañas, y por lo menos, un centímetro de polvo cubría cada uno de los huecos del salón. Forsterr subió las escaleras, pero estaban tan podridas como la puerta y no era aconseajble usarlas. Notó que algo le acariciaba los tobillos, y al mirar abajo vio que por lo menos tenía cinco ratas olisqueándole los pies. Se deshizo de ellas a patadas. Iba a seguir inspeccionando el lugar, pero le pareció oir un ruido. Aguzó el oído, y escuchó el crujir de los tablones de madera que constituían el suelo, que por suerte estaban mejor conservados. En el cielo apareció un claro entre las nubes por el que asomó la luna, que con su tenue luz iluminó el rostro del individuo causante de los crujidos. El detective reconoció rápidamente a ese hombre: era Bonatelli. Llevaba una pistola cargada con una bala en la mano.
-Veo que te resultó fácil escaparte de prisión-dijo Forsterr-Sobre todo si eres especialista en tomar prestadas las identidades de otra gente.
-Francamente, me creía que no iba a ser tan fácil. Sin embargo, los carceleros son unos necios. Fue facilísimo quitarle a uno de ellos las llaves cuando pasó al lado de mi celda. A las diez, cuando todos los carceleros fueron a cubrir el puesto de noche, salí de aquel lugar. Dejé inconsciente a uno de los guardias, y me quedé con su traje. Después de eso, me pude fugar sin problemas. Sin embargo, aún tenía una cuenta pendiente contigo antes de marcharme a Berlín.
-Obviamente, fuiste tú el que me mandó la carta. Lo sospeché desde el primer momento-respondió el detective, sin mostrar ninguna expresión facial. Si hubiera una estatua de mármol al lado, no se sabría cuál es la estatua y cuál el detective.
-No obstante, yo no he venido a conversar, sino a ¡MATAR!-en esta última palabra, el italiano puso más énfasis que en las demás.
Forsterr comenzó a correr, ya que el asesino sólo tenía una bala, y si se movía mucho, no podría disparar.
Forsterr escaló ágilmente por las estropeadas escaleras, ayudándose de la barandilla, que no estaba mucho mejor. No tardó mucho en verse atrapado en el dormitorio. El italiano lo tenía arrinconado. Nuestro personaje divisó una armadura con dos espadas. Cogió una y embestió contra el italiano. Éste, al retroceder, perdió el arma, y se hizo con la otra espada.
-¡En guardia Forsterr!-exclamó Bonatelli-.
Las dos armas chocaron con furia. Forsterr manejaba con gracilidad y destreza su espada, pero el italiano no era menos. Cada vez luchaban con menos intensidad, pues se iban debilitando. Forsterr estaba menos cansado que Bonatelli y poco a poco iba encerrando al italiano, al que enseguida tuvo arrinconado; sin embargo, éste cogió un libro y, rápidamente, se lo lanzó a la cara. El detective retrocedió unos pasos. El italiano, aprovechando esto, le dio una estocada a Forsterr, que le causó una herida. Ésta era superficial, pero en poco tiempo, la sangre tiñó la chaqueta del detective, quien empezó a marearse y no podía permanecer de pie. Se desplomó sobre el suelo. Bonatelli se abalanzó sobre Forsterr para rematarlo, pero nuestro intrépido detective esquivó su ataque y le atravesó un hombro a su oponente. Los dos se volvieron a incorporar a duras penas, y rápidamente, Forsterr volvió al ataque, y le dio varias estocadas más. El italiano retrocedió hasta la ventana, de la que se cayó. Aterrizó de espaldas sobre el suelo. Estaba muerto. Forsterr le había vencido. Sin embargo, antes de que pudiera hacer nada, notó el cañón de la pistola sobre su nuca. El que empuñaba el arma apretó el gatillo. El ruido de un disparo rompió el desolador silencio de la noche…




                                                                                                                                 FORSTERR




ALBA ZURITA. 3ºC-REPRESENTANTE DEL SEGUNDO CICLO-CATEGORÍA B.

 


SIGUIENTE DESTINO, EL PASADO.



Salió y cerró la puerta tan fuerte que las luces de todo el edificio empezaron a encenderse.
No le dio tiempo a verlo, sentía mucho miedo y no quiso mirar atrás.
Recorrió dos calles mientras por su mente pasaban miles de palabras . Esas palabras la aterrorizaban.
No quería pensar en nada, mientras que queriendo o sin querer pensaba en todo.
De su cuerpo yacían escalofríos continuos, unos escalofríos que apenas la dejaban dar un simple paso. Cada paso que daba era un camino hacia el pasado.

Su pasado había sido demasiado oscuro, pero sintió que era el momento de encender una pequeña luz, la que lo aclarara todo e hiciera que no pareciese tan negro.

Miró al frente y tuvo la sensación de que alguien la estaba mirando. Odiaba que la intimidaran o que simplemente la mirasen de reojo. Era una entre muchas de sus manías, por lo que decidió huir un par de calles más.
Aquel parque era el más antiguo de la ciudad y el que más sentimientos le traía. No tuvo el valor de sentarse en el banco que había en la entrada, y optó por quedarse mirándolo perplejamente desde la acera que había justo en frente. Ahí fue donde empezó la historia de su pasado.


Una bonita tarde su hermana menor, Alejandra, salió al parque como hacía todos los días tras su siesta correspondiente.
Cogió su bici y junto a su mejor amigo, Marcos, decidió dar una vuelta bajo el puente que había en la entrada de la ciudad, al lado de la vieja estación.

Llegaron y decidieron ir a investigar a esa vieja estación, que parecía muy interesante. Esa estación se podía ver desde todas las perspectivas del pueblo, pero ningún vecino había decidido acercarse.
Contaban numerosas historias sobre esa zona, lo que hizo que aquello se quedase desierto con el paso de los años.

Eran pequeños, tan solo tenían seis años y no podían ver los problemas que podría haber detrás de esas antiguas vías de ferrocarril, que unos setenta años antes había empezado a ponerse en función.

Recorrieron varios kilómetros hasta poder alcanzar el lugar donde comenzaban esas vías, justo al lado de una fabrica. Probablemente era una fabrica de textil, ya que en su interior todavía se guardaban las maquinas que se usaban para realizar las prendas de vestir.

Alejandra miró hacia atrás y vio que el sol se estaba poniendo y pensó que era tarde y que debían de volver. Mamá la esperaba en casa con la cena preparada. Pero lo debería de haber pensado minutos antes de que un hombre encapuchado los ordenara a subir en su coche.
Sentían miedo y no pudieron gritar.
Candela, que así se llama la protagonista de esta historia, quiso quedarse en ese parque un rato más. Los recuerdos del pasado se hacían cada vez más presentes.
Eran unos recuerdos demasiados amargos, pero aunque se sintiera triste y desolada, estos recuerdos eran los que hacían que se sintiera más cercana a su hermana. La quería mucho y a pesar de sus peleas no podía vivir sin ella.

Nunca se había podido plantear ni un solo día sin ella, ya que aunque fuera casi diez años menor, era la alegrías de sus mañanas y la que la despertaba con un  dulce “ Buenos días”.

Candela no era como todas las adolescentes, no salía mucho, la mayoría de los fines de semana los pasaba junto a su familia en el pequeño piso.
 Esto fue lo que le hizo darse cuenta de que lo daría todo por su hermana.




Llegaron a una casa abandonada. El encapuchado los ordenó a permanecer en esa triste habitación hasta que escucharan las campanas que sonaran en la iglesia justo a las nueve de la noche.
Esa sería la hora en la que no se sabría nada mas sobre la vida de los pequeños.

Creían que era un juego y que el hombre sería algún amigo suyo disfrazado de ladrón. Era un juego al que solían jugar en la escuela, pero que habían prohibido por la educación de los niños.

No dijeron ni una sola palabra en toda la estancia, hasta que se miraron con una mirada risueña. Había un peluca de payaso colgada en la pared con  un fino hilo. Era una peluca rizada, de colores oscuros y que les despertaba a los dos cierta inquietud por ir a cogerla.

Les gustó tanto porque  casi todos los domingos, solían ir al circo, uno de sus mayores entretenimientos.
Compraban palomitas y se sentaban en la primera fila, donde mejor se podía ver la actuación. 

Comenzaron a reírse, pero no les dio tiempo a soltar ni una sola carcajada más. El encapuchado los cogió de la chaqueta a los dos niños y los obligó a entrar en una sala oscura. Cerro la puerta y no se supo nada más sobre los chicos.

Rastrearon la ciudad con la esperanza de encontrarlos, pero no había ni una sola huella.
Candela lloraba y lloraba pero no se supo nada más sobre su hermana.

Los siguientes días fueron de luto para toda la familia. No sabían que le había pasado y tenían una pequeña esperanza por encontrar el cuerpo de la niña, aunque fuera sin vida.
Pero esos deseos nunca se cumplieron. Poco a poco la familia fue superando el suceso. Intentaban olvidarlo, pero todos sabían  que era algo que iría en sus adentros para siempre.

Candela, actualmente es una diseñadora de moda. Decidió dejar de llorar por algo que probablemente no iba a tener futuro y centrar sus pensamientos en su futuro.
Siempre había soñado con ser maestra, pero no era muy buena estudiante y su nota no llegó ni a la mínima que se necesitaba para poder entrar en la carrera.
Estuvo varias semanas pensando que era lo que realmente la iba a hacer feliz, y claramente, buscaba un trabajo que cubriera todas sus necesidades.

Además de enseñar, años antes había hecho un cursillo de moda. Decidió crear su local de trabajo en el que descubriría un nuevo estilo, que iba a ser muy vendido.

Un día llegó una empresa de disfraces a su local,eran una de las más importantes que había en esos años y se sintió muy orgullosa de poder recibirlos.


Querían que le diseñasen un nuevo disfraz, que sería estrenado por el payaso Carlos Ruíz, el más famoso que había en Badajoz.
La gente hablaba de él como algo muy importante, pero lo único que hacía era vestir lujosos disfraces para darles la bienvenida al publico cada día que se estrenaba una escena en ese circo.

Trabajó dos duros meses en ese disfraz, era diferente a todos los demás que siempre aparecían representados por los payasos.
Personalmente no le gustaba esa vestimenta, pero si quería ganar algo de dinero debía de hacer lo que la gente le pedía no lo que ella inventara.

El día de la recogida del disfraz, apareció Carlos, para poder probárselo y así, en el caso de que hubiera algún error, lo podría arreglar antes de que se lo llevase.

Cuando Carlos se quitó la chaqueta, Candela pudo observar que de la etiqueta colgaba un hilo, del que estaba sujeta una peluca. Era una peluca rizada, de colores oscuros.
Esa peluca era la que había estado presente durante el secuestro de su hermana menor.

No le dio importancia, pues ella nunca la había visto. Tomó el dinero y se despidieron.

Meses después llegó al mismo local, la misma persona que había ido a recoger el traje.
Este la invitó a tomar café. Durante la estancia, Carlos Ruíz le confesó que su mirada había quedado clavada en él, y que desde aquel día no la había podido olvidar .

Quedaron varias veces más y en una de esas citas, Carlos tuvo que confesarle algo:

Hacía ya 10 años que él pasaba por momentos duros, su padre murió y su madre lo abandonó. Era adicta a las drogas y fue consciente de que debía dejar a su hijo, antes de que él también pudiera caer en ese mundo.




    


Aunque ya tenía diecisiete años fueron momentos terriblemente duros y de la noche a la mañana quedó huérfano. Intentaron ayudarlo, pero nadie quiso prestarle su casa o su amabilidad, por lo que  pensó que era el momento de buscarse trabajo y poder sacar su vida adelante.

Al pasar dos años, sentía demasiada impotencia, nadie lo había ayudado en el peor momento de su vida. La rabia vivía dentro de él y tenia que acabar con ella.

Dos pequeños andaban  por una vía de un antiguo tren...
 No le dio tiempo acabar la historia. Candela rompió a llorar, ya lo entendía todo.

Él había matado a su hermana.
Estaba enamorada y decidió callarlo. Se lo contó a Carlos, su hermana era la chica que andaba por la vía del tren.
Entonces acabó la historia:  los llevó a una sala y a la mañana siguiente, los cuerpos de los pequeños ya se encontraban sin vida.


Decidieron no volver a verse más.
Pasó un año y medio, y llegó a la casa de Candela un ramo de flores. Era él, explicando que no podía vivir sin esas tardes en la cafetería, riendo y contándose todo lo que les pasaba a lo largo del día. Por lo que le pidió que se volvieran a ver.
 Ese fue el comienzo de la historia de amor, aunque más que amor, dolor y tristeza que iba a vivir Candela.

Ahora viven juntos en el piso que ella se había alquilado cuando trabajaba en el local como modista.

Cada vez que lo mira a los ojos, puede ver el rostro de su hermana aún más cerca.

Nadie perteneciente a la familia lo sabe, solamente ella, y ha decidido callarlo.


Pero no puede vivir con ese terror tan dentro de su corazón.
Ahora que él está profundamente enamorado, acabará con su vida. Y probablemente esa misma noche.





Enhorabuena a mis dos alumnos y gracias a todos los participantes por su colaboración. Definitivamente estos chicos siempre nos sorprenden. Un fuerte abrazo y seguid escribiendo y leyendo.

4 comentarios:

  1. Los dos textos han sido muy interesantes. Me alegro de que hayan ganado. ¡Se lo merecen!

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  2. Enhorabuena a los ganadores, sobre todo a Alba que es nuestra paisana, y a la profesora por fomentar la lectura y la creatividad en sus alumnos.

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  3. Muchas gracias!! Para mí es un placer.

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    1. Además de ser mi trabajo. Me encanta trabajar la lectura y la escritura con los chicos. Los hay que siempre responden tal y como vemos. Un abrazo.

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