“CONCERTO”
Aplauden
durante casi un minuto. Todos esperaban ansiosos su actuación, anunciada en
carteles colocados en la puerta del teatro, en las paredes del conservatorio…
Sabían que lo haría bien, que disfrutarían oyéndola, pero no imaginaban cuántas
horas de ensayo había detrás de ese concierto. Todo ese tiempo podía haberlo
dedicado a hacer otras cosas, o tal vez a no hacer nada, pero prefirió
practicar, para no decepcionar al poco público que sabía que habría y,
especialmente, para no decepcionarse a ella misma.
Cada vez que
tiene una audición importante recuerda sus primeros años, cuando apenas podía
tocar, cuando no le importaba la música, antes de saber que no se le daría nada
mal, que querría dedicar su vida a eso.
Es probable que
ni la mitad de la sala se llene, incluso puede que ni dos filas completas estén
ocupadas, pero ella está nerviosa. Está nerviosa porque no quiere fallar,
porque teme que se le olvide el pasaje en el que se perdió durante el ensayo,
porque tiene que tocar cientos de notas que no verá en la partitura, sino que
las tiene grabadas en su mente. Es mucho más vistoso cuando se toca un
concierto de memoria, pero pocos se paran a pensar el esfuerzo que se está
haciendo al recordar, de principio a fin, seis, o siete, u ocho hojas.
Ha calentado
durante quince minutos, pero ahora tiene las manos frías, y sin embargo le
sudan. Le duelen un poco los dedos. Sabe que si le tiemblan será más difícil
cambiar de posición, pero confía en que sepa mantener la calma.
De camino al
escenario una niña pequeña se fija en su vestido y lo admira. Va sencilla pero
elegante, discreta y deslumbrante. En la punta de sus zapatos se esconden
pedacitos de algodón porque le quedan grandes. Se ha recogido el pelo. Puede
pensarse que es por motivos de estética, le queda bastante bien, pero ella solo
quiere que no le moleste mientras toca.
Sube el pequeño
escalón y saluda sin exageraciones. Aparta el atril; hoy no va a utilizarlo.
Sonríe al pianista que la acompañará en esta ocasión. Él le devuelve la sonrisa
junto con una mirada compasiva, porque sabe lo que está pensando.
Se coloca el
violín suavemente y respira: primero para tranquilizarse, y una segunda vez
para dar la entrada.
Y empieza el
concierto. Primer movimiento. “Allegro”:
Arco arriba y
forte. Enérgico, con fuerza. La primera
nota ha hecho que en la habitación se respire el virtuosismo que desprende. Se
adentra en el pasaje de semicorcheas mientras ruega que le salga bien. Pero ya
lo ha hecho mil veces, y esta es solo una más. Apenas da tiempo a ver sus
dedos. Cambian de posición a la velocidad que una abeja mueve sus alas. Nadie
sabe qué está haciendo, solo saben que les gusta, pero ella conoce cada acorde
por el que pasa, cada cadencia…conoce el sonido de cada silencio.
Pone ganas en
el crescendo y se nota. Llega a un trino preciso, exacto, ni muy rápido ni muy
lento.
Es una parte
tensa. Ritmos rápidos y cambios de primera a cuarta, de cuarta a segunda y de
segunda a sexta. Dobles cuerdas: terceras e incluso alguna décima. Hace que
parezca fácil, pero es lo que más le ha costado. Al principio pensaba que nunca
lo conseguiría, pero ahora está tocándolo, y lo está tocando bien. Más que
bien. Se nota que en su música hay sentimiento. Mientras ella toca imagina una
historia a la que le está poniendo banda sonora. Estas preguntas y respuestas
en sforzando le recuerdan a una pelea. Por eso está tan seria. Por eso, y
porque está concentrada. Parece que vayan a saltar las cuerdas.
Acorde de
tónica.
Para sorpresa
de todos, sigue ahora con algo que no esperaban. La pelea parece haber
terminado. Piano…pianissimo… pequeños reguladores, muy, muy pequeños, casi
inaudibles, pero están ahí y ella hace que se intuyan. ¿Qué está imaginando? Se
imagina a ella misma tumbada en la playa. Está poniendo el sonido al rumor de
las olas.
Va subiendo
poco a poco. Ya va por mezzoforte. Las olas se hacen cada vez más grandes. Es
como si se aproximara una tormenta. ¡Y forte! ¡Allegro y forte! Es la pelea de
antes que se repite aunque transportada una tercera mayor. Son otras notas
queriendo decir lo mismo.
Es consciente
de que se va acercando a un sitio peligroso. No puede desconcentrarse. Fallar una
nota puede llevarla a fallar todas las demás. Cambiar un arco puede
confundirla. Todo debe ir en su sitio. Se muerde el labio. Intenta olvidar que
es difícil. Se dice a sí misma que puede. Y puede.
Ha vuelto la
calma. Va decrescendo… mezzoforte, piano, pianissimo… Nota larga con un
delicado vibrato.
Segundo
movimiento. “Andante”:
Empieza solo el
piano. Todo va bien. Ya apenas está nerviosa. Ahora es el pianista quién le da
la entrada con un pequeño movimiento de cabeza. Parece un susurro. Suave,
despacio… Su mano se mueve delicada. La pulsera plateada de la muñeca izquierda
acompaña al vibrato. Va subiendo en escala hasta llegar a un sol con cuatro
líneas adicionales. Es todo agudo, como si estuviera hablando una niña. Eso es
lo que imagina: una niña pequeña recogiendo flores mientras canta. No sube el
matiz excepto en dos ocasiones. Es monótono pero no pesado. Es bonito. Cierra
los ojos. No olvida una entrada, un bemol o un sostenido, una sola dinámica…
Este no es
precisamente su movimiento favorito. A todo el mundo le gusta escucharlo.
Relaja, llena el aire de calma… pero a ella le aburre tocar despacio. Hace una
subida y al volver a bajar… calderón y acaba.
Tercer
movimiento. “Vivace”:
Lleva ya diez
minutos tocando. ¿Se habrá cansado la gente? Este movimiento es el que más le
gusta. Imagina un barco de piratas. Porque es fuerte, rápido, bueno, muy rápido
y con muchísimos cambios. Da un pequeño acento a cada cambio de arco, como si
se balanceara el barco. No hay cambios hasta después del silencio. El pianista
toca un compás y entonces llega su entrada. Los dos instrumentos se van
contestando. Articula cada dedo y se pueden entender claramente cada una de las
fusas. Hay varias repeticiones del tema principal con alguna pequeña variación.
Llegan al
siguiente tema. Algo distinto. El piano solo acompaña marcando el ritmo. Ella
tiene complicados cambios. Debe dar impulso al arco. Debe ir subiendo el
volumen cada vez más de forma progresiva. Empezó piano y cuando te quieres dar
cuenta está en forte.
Acorde.
Piano solo y su
entrada. Fusas que ascienden. Fusas que descienden. Vuelve a ascender y
desciende de nuevo y puente hacia una última vez del tema.
Por ser el
final toca con más decisión que nunca, con más coraje y, por supuesto,
orgullosa de lo que ha hecho. Se
reconoce perfectamente que es el final del concierto, pero nadie quiere que
termine. Ni siquiera ella quiere terminar, pero todo lo que empieza, acaba.
Tónica.
Dominante. Tónica.
Silencio.
Todos contienen
la respiración. No se escucha nada. Se baja el violín tan suavemente como se lo
colocó hace diecisiete minutos y treinta y cuatro segundos. Inclina la cabeza
hacia delante a modo de saludo.
Estallan los
aplausos. Se escuchan varios “bravos”. Ha sido el resultado esperado. Ha sido
magnífico. Ha sido perfecto. No puede evitar que se le dibuje una sonrisa
mientras baja del escenario y cruza el corto pasillo. La gente la mira al
pasar.
Ya está junto a
su funda, quitando la almohadilla al violín y sigue escuchando los aplausos.
Se apoya junto
a la pared. Cierra los ojos y echa la cabeza para atrás. Respira hondo dos
veces. Se ha quitado un peso de encima.
Al salir varias
personas la felicitan. La saludan. Le dan besos.
Una vez en la calle
siente el frío en la cara, igual que mientras tocaba sentía que le ardían las
mejillas.
Ahora está
segura de que ha merecido la pena todo ese esfuerzo. Sabe que no importa cuánto
le haya dolido el cuello, ni los callos que tienen en las puntas de sus dedos.
No lamenta haber perdido aquella excursión por asistir a su clase. Cuando sus
amigas estaban en la fiesta ella estaba estudiando para un examen, pero está
convencida de que en este momento se siente mejor que todas ellas. Apenas comió
al mediodía porque estaba nerviosa. Se ha agobiado y enfadado varias veces
porque le faltaban horas en el día.
Pero, ¿qué
importancia tienen ahora todas esas cosas? ¿Qué son comparadas con lo que
siente? Las cosas que se consiguen fácilmente no saben igual. Hoy se siente
bien porque trabajó duro para lograrlo.
Es consciente
de que cada año todo será más difícil. A lo mejor hasta las vacaciones no
vuelve a saborear ni un minuto de tiempo libre. Pero es música, porque es lo
que quiere ser. Está contenta.
Esta noche ha
dicho algo especial al público con su “Concerto nº 5”.
MARÍA GÓMEZ REGALADO- 3ºB
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