viernes, 1 de marzo de 2019

LA COCINA Y LA ESCRITURA


Mezclar cocina y escritura es siempre garantía de que el texto quedará bien elaborado siempre que los ingredientes sean de buena calidad. Os dejo una muestra de textos culinarios. Son alumnas de 1º de Bachillerato.


Llegué de la rutina, de la enorme monotonía, día tras día y algo nuevo pasaba en casa.
La cara de mi familia, especialmente la de mi madre, era totalmente descompuesta, era como si su alma hubiese dejado su cuerpo, era como si el sofá tuviese millones y millones de kilómetros profundos, muy oscuros, ya que su mirada en él no tenía fin.
Nadie me decía nada, todos se volvieron mudos en sus palabras.
Yo no entendía nada hasta que vi la foto de mi abuela entre dos velas negras muy muy grandes. En ese momento se me desarmó todo mi ser, se me desarmó el mundo entero, pero poco tiempo me duró esa enorme pesadumbre, al llegar a la cocina y saber que horas antes mi abuela había estado cocinando solo y exclusivamente nuestro plato de televisión :      roscos de huevo.

       RAQUEL MARTÍNEZ HERNÁNDEZ.   1º BACHILLERATO B.




Como cada noche, me dispuse a preparar la cena. Aquel día era un día especial, diferente, raro. Un día que rompería con la monotonía e inundaría nuestros cuerpos de adrenalina que forcejeaba por salir mientras intentábamos guardar la compostura en un intento fallido de sensatez.

Estaba claro que la ocasión merecía ser celebrada de forma especial, así que cambie mis planes en el último minuto, dándole un giro de 360 grados a mis esquemas, pero también a los suyos, para así poder ver como se le achinaban los ojos mientras sonreía y e decía ´´eres increíble´´, pues adoraba las sorpresas.
Mi madre siempre fue una gran cocinera: armonizaba rodos los ingredientes a la perfección haciendo que todos los sabores estuviesen ligados creando una maravilla culinaria tras otra. No tenía ni un restaurante, ni mucho menos una estrella Michelin, pero sin duda se la merecía por el cariño y el amor que le ponía a la cocina y a todo aquello que le importaba.
Rebusque en las repisas más altas de la encimera de la despensa y allí estaba su libro de recetas. Eché un vistazo rápido entre las paginas, ya deterioradas por el paso del tiempo y encontré una de las recetas que solía preparar con ella. Era una receta portuguesa de bacalao, bastante sencilla de preparar, pero muy original que seguro le sorprendería. Este plato fue su favorito durante nuestro viaje a Portugal hacia un par de veranos. Siempre que íbamos a comer, me echaba una mirada cómplice y me decía ´´elige tu mi plato, no es difícil acertar´´, y entre risas ambos decíamos al unísono ´´bacalao a bras´´ mientras el camarero nos miraba con cara extrañada; pensaría que estábamoslocos, pero ambos sabíamos que no hay locura más cuerda que amar y ser amado.
Mientras recordaba el viaje, fui desmenuzando el bacalao muy cuidadosamente intentado encontrar todas las espinas para que no tuviese problemas con ellas. Quizá le sobreprotegía demasiado, o quizá muy poco.
Corté las patatas y las freí en aceite muy caliente para que quedasen crujientes, pero no del todo. Antes de que estuvieran plenamente hechas, las saqué para saltearlas junto con el bacalao desmenuzado y, una vez que los sabores se habían ligado bien, estrellé un par de huevos para hacer el revuelto. Luego lo emplaté; estaba muy orgullosa de mi creación.
Cuando lo probé numerosas imágenes de mi niñez entrelazadas con recuerdos fugaces de los paseos por las estrechas calles de Lisboa se agolpaban en mi cabeza y se peleaban por conseguir el mayor protagonismo posible.
Mientras me arrepentía de no haber disfrutado más de aquellos momentos, puse la mesa y coloqué los platos, todavía humeantes.
Y esperé, esperé, esperé, hasta que dejo de reinar el silencio. Hasta que volvió a salir el sol. Hasta que la cena se enfrió. Y tú no apareciste.
Tal día como hoy ha pasado un año. Vuelve a ser nuestro aniversario y volveré a cocinar para ti con la esperanza de que vuelvas a casa diciendo que aún me quieres.

Patricia De Haro

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